Jueves, 2 de Enero, 2014
Los más tontos creen ser los más inteligentes, afirma estudio
Los psicólogos han demostrado que tenemos tendencia a ser ciegos ante nuestras propias fallas, con más frecuencia de lo que llegamos a darnos cuenta.
Esto explicaría por qué algunas personas incompetentes son tan exasperantes. Y también sirve para inyectar una saludable dosis de humildad a nuestra autoestima.
En 1999, los investigadores Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell, en Nueva York (EE.UU.), evaluaron si las personas que carecen de ciertas destrezas en un determinado campo son más propensas a no notar esta falta de habilidad que alguien más diestro o hábil para igual labor.
Kruger y Dunning pidieron a comediantes profesionales que puntuaran 30 bromas según su gracia. Luego, solicitaron a 65 estudiantes que pusieran puntaje a los mismos chistes y después dijeran cuán parecido creían que había sido su criterio para juzgar los chistes al de los comediantes.
La evaluación que la mayoría de ellos hizo de sí mismos estuvo por encima del promedio: valoraban su habilidad para juzgar lo que era gracioso muy por arriba del estándar.
Los resultados, sin embargo, se volvían más interesantes cuando se consideraban los niveles de desempeño de los participantes: aquellos que tenían una habilidad mayor a la media para juzgar el humor del chiste eran más exactos en su autoevaluación.
Como contrapartida, los participantes que tenían menos capacidad de identificar los chistes que eran graciosos (al menos, desde el estándar establecido por los humoristas) tenían también menor éxito en evaluar con precisión su propia (in)capacidad.
Pero como el humor está siempre marcado por una dosis importante de subjetividad, los investigadores repitieron el experimento con pruebas de lógica y gramática.
Estas evaluaciones mostraron una que aquellas personas que tuvieron peores resultados en el test fueron también las peores en calcular su propio rendimiento.
En los tres estudios, aquellos cuyo desempeño estaba en el 25% inferior del total sobrestimaron de manera dramática sus propias habilidades y se calificaron a sí mismos por encima del promedio.
La interpretación de Kruger y Dunning es que la capacidad de evaluar con precisión el nivel de desempeño en una actividad determinada depende de las mismas habilidades que el realizar esa actividad, con lo cual aquellos participantes que eran menos habilidosos tenían un doble déficit. No solo eran los más incompetentes, sino que carecían de herramientas mentales para juzgar la propia competencia.
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